Un sueño de papel by Carolina Pañeda

Un sueño de papel by Carolina Pañeda

autor:Carolina Pañeda
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2016-07-31T22:00:00+00:00


22. Vengo

Los recuerdos pesan, son cemento en mi maleta.

Al día siguiente al mediodía, Eva, nada más salir del trabajo, fue directamente al hospital a visitar a su padre, al que ya habían subido a planta. Cuando llegó, llamó débilmente a la puerta que estaba entreabierta y pasó al interior.

José Luís estaba en la cama junto a la ventana. La tenía un poco elevada por la parte de arriba y estaba incorporado. A pesar de todo lo ocurrido, tenía buen aspecto y se le veía relajado. Se entretenía viendo las noticias en la televisión. La cama de al lado estaba vacía porque al paciente que la ocupaba le habían llevado a hacer unas pruebas. Se trataba de un hombre de aproximadamente la misma edad que José Luís y que estaba ingresado por problemas cardiacos, tal y como pudo saber Eva más tarde.

—Hola —saludó al entrar.

Se desembarazó de las prendas de abrigo y tomó asiento junto a su padre.

—¿Cómo te encuentras?

—Mucho mejor. En un par de días me darán el alta. Bueno, eso me han dicho los médicos, pero en un hospital ya se sabe… Uno sabe cuándo entra, pero no cuándo sale.

—No tengas prisa por eso ahora, lo importante es que te recuperes del todo. ¿Dónde está mamá?

—Pues tiene que estar al caer. Anoche se quedó aquí y por la mañana se ha ido a casa a descansar y a comer, pero me ha llamado hace un rato y dijo que ya venía para acá.

—Ah, bien. Es que quería comentaros una cosa a los dos.

—No hace falta que digas nada —respondió su padre intuyendo qué era lo que su hija quería decirles.

—Sí, papá. Sí hace falta —insistió ella.

—Bueno, hija, como quieras. Pero no creo que sea el momento ni el lugar. Será mejor que lo hablemos otro día en casa, más tranquilamente.

—Está bien —accedió resignándose a posponer el momento de pedir disculpas y librarse de una vez del peso que le oprimía la conciencia.

En ese momento, hizo acto de presencia Elena, que se alegró de encontrar a su hija allí. Se acercó al resto de su familia y se interesó por el estado de su marido.

—Mamá, que sobre lo de Nochebuena, creo que al final sí voy a poder ir a pasarla con vosotros —comentó Eva después de un rato de haber estado charlando de distintas cosas.

Los padres de Eva intercambiaron una mirada de complicidad y se dibujó una sonrisa de satisfacción en ambas caras.

—Nos alegraría mucho que vinieras, ya lo sabes —respondió su madre—. Y puedes venir con tu novio, no hay ningún problema en eso y así le conocemos, que nos gustaría mucho —apuntó, más que por hacer extensible la invitación, por sacar el tema.

Eva notó el calor que ascendió rápidamente hasta sus mejillas y deseó que los demás no notasen su rubor, para lo que puso sus dos manos a ambos lados de la cara aunque lo intentó hacer despacio, como si se tratase de un gesto natural.

—¿Qué novio ni qué novio? —contestó lo primero que le salió, con cierto desdén en su voz.



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